jueves, 4 de junio de 2009

A propósito del partido del próximo sábado

Como el ambiente está más que cargado por el próximo encuentro futbolístico entre El Salvador y México, traigo a cuenta este breve fragmento de una obra de Kapuscinski. Debo confesar que en lo personal no comparto mucho el fondo de esta novela, pero este fragmento me parece adecuado a la ocasión y más si tomamos en cuenta que el próximo encuentro será contra Honduras...

"Luis... había leído un informe del partido de fútbol entre los equipos de Honduras y El Salvador. Los dos países jugaban para ganar el derecho a participar en la copa del mundo de 1970 en México. El primer partido fue llevado a cabo el Domingo 8 de Junio de 1969, en la capital hondureña, Tegucigalpa. Nadie en el mundo prestó atención.

El equipo de El Salvador llegó a Tegucigalpa el sábado y pasó una noche sin dormir en su hotel. El equipo no pudo dormir porque era blanco de la guerra psicológica emprendida por los hinchas hondureños. Una multitud cercó el hotel. La muchedumbre lanzó piedras en las ventanas y hacía ruido golpeando latas y barriles vacíos con palillos. Lanzaron petardos unos después de otros. Alinearon vehículos y tocaron sus bocinas parqueados delante del hotel. Los hinchas silbaron, gritaron y cantaron canciones hostiles. Esto duró toda la noche. La idea era que un equipo soñoliento, nervioso y agotado estaría limitado para perder. En América Latina éstas son prácticas comunes.

Honduras derrotó el día siguiente por uno a cero al soñoliento equipo de El Salvador.

Amelia Bolaños de dieciocho años de edad estaba sentada delante del televisor en El Salvador cuando el delantero hondureño Roberto Cardona anotó el gol en el minuto final. Ella se levantó y corrió al escritorio donde estaba la pistola de su padre y se disparó en el corazón. `La joven no pudo soportar ver a su patria perder,' escribió un periódico de El Salvador el día siguiente. Toda la capital participó en el entierro televisado de Amelia Bolaños. Una guardia de honor del ejército marchó con una bandera al frente del entierro. El presidente de la república y sus ministros caminaron detrás del ataúd cubierto con una bandera. Detrás del gobierno venía la oncena del equipo salvadoreño que había sido abucheado, burlado y escupido en el aeropuerto de Tegucigalpa, y que había vuelto a El Salvador en un vuelo especial de esa mañana.

Pero el partido de vuelta de la serie tendría lugar en San Salvador una semana después, en el estadio con el bonito nombre de Flor Blanca. Esta vez el equipo hondureño pasó una noche sin dormir. La muchedumbre rompió todas las ventanas del hotel y lanzó adentro huevos podridos, ratas muertas y trapos que apestaban. Los jugadores fueron llevados al estadio en vehículos blindados de la primera división mecanizada –que los protegió de la venganza y de morir en manos de la multitud que alineó la ruta–, llevando las fotos de la heroína nacional Amelia Bolaños.

El ejército rodeó el estadio. En la cancha se apostó un cordón de soldados de un regimiento de la Guardia Nacional, armado con sub ametralladoras. Al ejecutarse el himno nacional de Honduras la muchedumbre rugió y silbó. Después, en vez de la bandera hondureña –que había sido quemada delante de los espectadores, enloquecidos de alegría– los anfitriones colocaron un trapo sucio, hecho andrajos encima del asta de la bandera. Bajo tales condiciones los jugadores de Tegucigalpa, no tenían, por razones comprensibles, sus mentes en el juego.Tenían sus mentes en salir vivos. Fuimos`terriblemente afortunados al perder,' dijo con alivio el entrenador visitante Mario Griffin.

El Salvador ganó tres a cero."

Fragmento tomado de: LA GUERRA DEL FÚTBOL 1969 – Ryszard Kapuscinski

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