
Han pasado siete años de ese arranque. Estoy de ida y de vuelta, pero sigo escuchando frases similares a la dicha en aquella ocasión. Noto los mismos intentos de asociar el cuestionable accionar de un hombre con algo más imperecedero: la Nación. Lo que ha cambiado es que ese ridículo culto a la personalidad ya no me da ganas de escabullirme, sino de quedarme; no me genera confusión, más bien claridad en torno a lo que no debemos consentir. En el futuro, nadie debe ser confundido con la Patria. Las velitas de ningún cake de cumpleaños podrán ser sopladas en nombre de todos.
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