Las cartas están definidas en los partidos mayoritarios. ARENA se ha decantado por el ex director de Policía Rodrigo Ávila, mientras que el FMLN apostó por el ex entrevistador Mauricio Funes.
Si bien los papeles cambiaron en comparación a la selección de los candidatos que ambos partidos hicieron hace cinco años, existen ciertos matices que deben ser puestos en blanco y negro.
En el caso del FMLN lo interesantes es que no se complicaron y recurrieron a la "dedocracia" para seleccionar al candidato, aunque para ello la cúpula (dominada por el ala ortodoxa del partido y que en su gran mayoría son ex combatientes) debió apartar del camino a potenciales aspirantes que intentaban surgir de sus filas (llámese Óscar Ortiz, el alcalde tecleño, y el diputado Salvador Arias).
Hay que reconocer que evitaron el desgaste interno que el partido sufrió hace 5 años cuando Ortiz le disputó la candidatura al histórico líder comunista Jorge Schafik Hándal (fallecido el 24 de enero de 2006) pero eso no quita el hecho que sus correligionarios no tuvieron ningún poder de selección del candidato actual.
Es por eso que me ha resultado chocante ver a un Sifrido Reyes llenarse la boca criticando la selección del candidato que hizo ARENA y que lo califica de "dedazo"; esos calificativos debe dejarlo a los expertos.
En el caso de ARENA hizo un intento de primarias, que si bien no llenó las expectativas de quienes están fuera del ámbito partidario, al menos se puede decir que existió un avance en comparación con su proceso de hace 5 años. Pero le hace mucho por recorrer.
De todos es bien conocida la forma como fue electo el candidato del partido ARENA en donde la astucia política se impuso a la "buena fe" en el proceso interno.
Lo que ha quedado claro que la famosa "unidad granítica" del partido de derecha quedó fracturada y más cuando en su famoso proceso se pasó por la humillación pública hacia una de sus mejores cartas (según datos de las encuestas más recientes).
Lo que está claro es que ambos partidos tienen menos de un año para, primero, reenamorar a sus militantes porque quiérase o no en ambos se han usado subterfugios para elegir al candidato. Luego debe venir el trabajo de convencer a los votantes no pasivos (aquellos que meditamos nuestro voto y que algunos expertos lo cifran en la no despreciable suma de más de 500 mil votos), para ganar simpatías. Y eso lo lograrán únicamente con planteamientos sólidos y con fundamento en la realidad nacional, no derivados de la politiquería o los dobles discursos.
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